Querida Hailé.
No te merecías ninguna de mis cartas
Tenía la mano perfecta en aquel póker
pero sacaste una doble pareja de corazones que me jodió.
No te mereces ni siquiera que cada puto poema
sea para ti.
Mucha gente se lo ha ganado más.
Me pusiste las manos en tu cintura
para después darte la vuelta y marcharte,
yo no merecía eso.
Nunca me quité aquella esperanza fatal.
Perdí,
perdí contra ti y contra mí mismo.
Cómo pude quererte con todo lo que me hiciste.
Hailé, quien debió llorar
fuiste tú.
No sé como salí tan quemado
de algo que pudo brillar más que
el color de tus ojos,
nuestra historia.
Eso me escribiste una vez,
y desde entonces el francés es mi idioma preferido.
No escribo esto para que me oigas,
sé que no lo harás.
Ha pasado casi un año
desde que te dije
que no te hablaría en dos.
Creo que es lo único serio
que estoy cumpliendo en mi vida.
Solo sabes aparecer entre tinieblas.
Nada de esto es justo.
Ojalá, a día de hoy, poder decirte
que te perdono.
Que te perdono por hacerme bailar
al son de tus hilos
por mas de diez meses.
Por haberme clavado ese puñal
en el pecho.
Que te perdono por haber jugado conmigo tan bien.
Por no haber sabido quererme
como yo lo hice.
Me encantaría poder decirte
que te perdono todas aquellas cosas
que hiciste
que me hundieron en este
abismo de frío
que aún hoy
me carcome inexorablemente.
Me encantaría
pero no puedo.