Entre la refracción de los electrones
la busqué,
atrapado en mi propia capacidad de condensación
midiendo velocidades experimentales
de cometas de terceros lugares,
le escribí miles de cartas astronaúticas
en el laboratorio unidimensional
de mi cabeza.
Calculé la aceleración de partículas
en cada una de sus curvas.
Recorrí infinidades e hipocampos
donde recogerle flores.
Rehuí miles de rayos micrométricos
por ella.
Por saber donde se encuentra.
y pensé
y pensé
y pienso...
Que debería atender más en mis clases de física.