Notas LIII
Quédate, insumisa,
brotes florecen entre escarpias de veneno,
ha cesado mi congoja un instante.
Sé la reina de este páramo DESTRUIDO
y te coronaré en silencio.
Entre mis pesadillas dictas
una perpetua calma,
pero no sé hasta qué punto puedo conmigo mismo.
Quédate y dime
cómo se matan los cuervos.
Camina libre y descalza
en la efigie de tu sombra te guardaré el paso,
y si desapareces, oh,
si desapareces,
volveré desgarrando el humo,
quebrantando tus razones impares
y repitiéndome que tenía razón.