sábado, 8 de octubre de 2016

Salud





                                                                                                             Poema de Amor.


Te escribo.
Lo triste es que te escribo.
Me prometí tantas veces
decidir cuál de mis poemas sería el último
y mírame suplicando que me cures las heridas
como antes hacías con mi tristeza.
Ya te he superado.
¿Pero a qué precio me he salvado?
Cada noche, cada vez que pensaba en ti
no sabía que trozo de mi ser arrancarme.
He esperado tanto tiempo a que volvieras
que he devorado cuadernos intentando retratar tu ausencia.
Me he ahogado en mi propia fosa común,
he achacado y combatido la oscuridad interior
creyéndome yo mismo mi enemigo.
Y ojalá me hubieras visto herido y destrozado,
porque en mis ojos hubo más dolor
del que ojalá pudiesen denunciar estos versos.
Diciembre sabe a agujero de revólver,
NO NECESITO QUE VUELVAS,
pero me arrancaste algo impronunciable.
Mira cada poema,
no hay acusación, no hay éxtasis,
no hay sangre, no quiero que el deseo
y la angustia tengan ambos la forma de tu espalda.
He desgarrado práxis, he creado teorías,
he matado cuervos, he perdido,
al son de las dicotomías, mi cabeza.
Y NO NECESITO QUE VUELVAS.
Sé que la sombra de lo que fuimos me persigue
y aunque intentes quemar tu pasado
tan solo agrandas las tinieblas que lo delimitan.
No busco perdón,
se que estás fuera, que has llorado,
que has estado sola y que has follado con hombres malos,
pero míranos.
Míranos.
No tengo más que gritar poesía con sabor a muerte violenta,
no me dejaste nada más que esto.
Una herida de bala y pastillas para la amnésia.
Cómo no ibas a ser perfecta
si me perdonaste más de lo que yo le hubiese perdonado a nadie.
¿Por qué no te escribí más poesía
cuando todavía estábamos juntos?
Y claro que he pensado mil veces en buscarte,
en llamarte de nuevo, en empezar de cero,
en buscar a otra como tú.
Tan solo he conseguido hacerme más daño.
No te he vuelto a ver desde que desaparecimos,
y perdona si quizás me parto en dos
cuando por un instante nos encontramos,
una noche en cualquier local, o me escuchas gritando poesía en algún escenario,
o perdiendo el conocimiento en alguna parada del bus.
Mi dolor no conoce velocímetro.
Y no me siento orgulloso
de que la mitad de mis poemas sean
para el abismo insondable que dejaste
pero oh, ahora mírame, aquí soy grande,
aquí por un minuto soy grande,
cuando por un momento les hablo de quién eras,
de lo que fuimos, soy infinitamente grande.
Aquí soy más alto incluso que desde nosotros.
y quizás este poema jamás tenga fin,
porque desconozco cuántas cosas me quedé sin decirte.
Ahora el eco de tu nombre hace mella como barrotes de acero,
y sin embargo, mírame. Ya ha pasado todo.
De Metal. Ahora soy de metal.
Perdóname.
Este es el último poema que te escribo.