Te confieso que narro el paso del tiempo,
que veo a través de tu elipsis y te he visto inmortal,
transparente, lúcida,
mi pecho atravesado por diez mil balas.
Yo confieso ser,
incesante silencio lacrado,
hambre que no diferencia entre ti y la autodestrucción.
Luz que brilla en la guerra de Troya,
Incesante rayo de Miguel Hernández,
la sangre de tus venas en mi boca.
Mas yo recalco que, en mi subsidio,
te guardo y te espero para coronarte en silencio,
final de un poema nunca acabado,
sentimiento que me atraviesa a la sombra de tu ausencia.