Tengo en mis manos prensado
el calor de tu cuerpo.
Dentro de mi alma, muerto,
guardo un secreto olvidado.
Tantas flores he pisado
como años de mi encierro,
saben tus manos a hierro;
mis colmillos se han quebrado.
Fatuo el fuego, dices,
no se quemen mis manos
en el calor que inmortalices.
Tienen mis ojos cegados
de tu alma fugaces visiones,
si no estás se tornan cerrados.