Cartas VII
Transpiro,
la última gota de tu sudor
me sacia.
Súbitamente
nunca nos consideré eternos,
pero yo ya estoy muerto
y balas de plata
me horadan los pulmones.
Intento decir algo
y silencio
y cada vez sé menos
quién soy.
Te has ido,
llevándote
lo poco que conocía de mí mismo.
Yo tampoco espero que regreses,
en algún momento de mi vida
pedí tranquilidad.
Irónicamente he perdido
la cuenta de mis sístoles.
El cielo de la noche oscura
me socava,
haciendo imposibles
los pasos de tu éxodo,
pero, oh, mi extinta alevilla-quimera
que alegre germinabas
por
todas
partes.
¿A dónde te has ido?