Yo reclamo
los ojos de los pobres de espíritu,
lento divagar del ocaso,
el tiempo ha destrozado vuestras puertas...
Entre las raíces del caos
puedo sentir el aliento de la muerte, y como la tempestad
me crepita y llama
en la medianoche,
en esta nocturnidad solitaria como una hélice,
el crepúsculo es tan infinito
y yo no te encuentro,
y yo no te encuentro entre mis dicotomías,
álamos a la sombra de un cuervo,
cuervos a la sombra de un álamo,
minutos que guardo antes de romper.