El delito contra el que me someto
no soy más que yo mismo.
La conciencia está al servicio
del más poderoso.
Dicotomía perforable por cuatro paredes;
cada vez que me río
los demonios se callan, por un momento,
por un precio inabarcable.
Escupo bosque en cada llamarada azulada
que sale del cosmos,
aún así no es suficiente para pararme.
Para acallar la muerte que me persigue
irónicamente atrapada en una espiral de rabia.
El oxígeno está mal condensado.
Cuando respiro
expiro espinas de alambre.