lunes, 22 de mayo de 2017
Despido.
El mensaje hace
una yaga superflua.
Recreo el paisaje desdibujado,
el jardín donde ya no te espero,
la tristeza de la tarde,
mi casa desierta,
mi mente vacía
y mi corazón es otro soneto parcial
e insuficiente.
Para ti el rencor que sientes
no es más que el futuro del verbo marchitar
pero cuando haya caído la última rosa,
cuando te haya dado mi último hálito
en forma de fuego
y la última espera rompa un reloj,
cuando mi última sombra se borre
y mi último sentido quede intacto sobre la tierra,
cuando la última dosis de odio se inyecte
y el último rumor de aquel cuervo
me lo devuelva todo,
cuando la última escarcha que guardo
cubra la totalidad de las telarañas
y yo, en injusto juicio,
derrumbe los cimientos de mi casa,
cuando yo esté aquí pero no esté,
y la última huella que haya provocado se extinga,
cuando al fin yo esté muerto,
cuando no me quedé más forma de arder
sobre este mundo,
quedarás tú.
Con tu mirada implorando confianza
en los corazones de los hombres.